Hasta hace poco tiempo —unos pocos años— la idea de tener un ordenador totalmente funcional del tamaño de un smartphone era algo totalmente ridículo. Incluso aunque un dispositivo así pudiese existir, entonces se creía que costaría más de lo que los usuarios pueden llegar a pagar.
Si adelantamos hasta 2015 hemos visto que se han hecho progresos increíbles en el asunto de los microordenadores, incluso hay uno de estas máquinas basadas en placas que es capaz de soportar Windows 10 y que se llama Kangaroo, que es tan grande como un phablet y que cuesta sólo 99 dólares, y por supuesto en Raspberry lanzaron el primer Pi a un precio realmente asequible —con el Raspberry Pi Zero el precio es de tan sólo 5 dólares, así que los límites han ido más allá—.
Sin embargo, con un Raspberry Pi de lo que se trata no es de tener una máquina muy potente, sino de romper las barreras para emprendedores e ingenieros que están lanzándose a nuevos proyectos. Esto ha dejado un hueco en el mercado para un nuevo tipo de ordenador de coste muy bajo que coja el espíritu del Raspberry Pi y le inyecte esteroides.